05 enero 2016

Televisión y discurso

Televisión, audiencia y opinión pública, una tríada. 

La televisión es catapulta o muralla, acelerador o freno; la televisión hoy lo es casi todo. Sacudidos por cantidades ingentes de información imposibles de asimilar, la imagen alimenta el espectáculo y el espectáculo abre paso a la experiencia. “Nada llega al intelecto que no haya pasado antes por los sentidos”, afirmó Aristóteles. Salir en televisión es estar, y a veces, hasta existir. La antes llamada caja tonta, ya no es caja, y no sé si atonta, pero legitima y deslegitima casi todo. Sin embargo, por su vocación intimista, el papel de la prensa escrita sigue siendo clave. Y sus hemerotecas sirven para pergeñar la evolución de las cosas. Si nos vamos a 2011 nos encontramos con reflexiones que explican muchas de las cosas que han sucedido en los últimos meses en España. "La socialdemocracia europea se ha quedado sin discurso", escribió Vicenç Villatoro hace ahora 5 años. Ese hueco lo ha cubierto Podemos. Con la televisión como lanzadera, pero sobre todo, dotándose de un relato muy bien trabajado, con talento analítico y estratégico, eso sí, desigualmente repartido en su implantación territorial. La virtud comunicativa de la formación de Iglesias, Errejón o Bescansa ha sido entender la necesidad de un nuevo discurso para una sociedad en crisis, alejada ya de la Transición. Y abierto el hueco y las alianzas, y dado el contexto políticamente favorable para sus intereses, van a pisar el acelerador para tratar el sorpasso. Es altamente complicado, pero ya no parece de todo punto imposible.

La imagen, de Wikimedia


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