Cultivo
de la nostalgia en la Televisión Pública Española. Proceso de
Ucedización en la política. Fenómenos entrecruzados que no
son fruto del azar. TVE es un invernadero de sentimientos, donde los
años setenta y ochenta rebrotan como tulipanes, gracias a una
temperatura anímica adecuada. El retromarketing alcanza de lleno al PSOE,
ofertorio de un cambio “seguro” como el de UCD en el 77. Entonces
Suárez aseveraba que “el centro es democracia”. Ahora Sánchez
habla de un “tiempo de diálogo” y pacta con la que calificó de "nueva
derecha”, sometidos como estamos a la derecha
europea.
Ferraz presume de saber leer el encargo de las urnas, pero hay precedentes que lo desmienten. Felipe González, por ejemplo, no quiso entender el mensaje en 1993, por más que afirmase lo contrario. Dos décadas después su figura se hace ominipresente, y el jarrón chino es un armario empotrado que condiciona la redecoración del piso. Lejos de ser considerado un armatoste, conserva el rango de indiscutible, e inspira un discurso copioso en guiños a su época.
Comparado con la belle epoque felipista, el liderazgo de Sánchez es infinitamente más precario. Por eso el secretario general del PSOE ha reeditado la teoría de la pinza con doble acento sevillano. Atrayéndose a González, neutraliza de momento a Susana Díaz, a la que también copia. La única posibilidad de Sánchez consistía en seguir la estela de la presidenta andaluza, aparentando pujanza en el entendimiento con Rivera. Recuerden que Díaz rompió con IU, anticipó elecciones en busca de una mayoría absoluta, y tras quedar lejos de ésta, cambió de socio. Así diluyó su fracaso, y así se ha lanzado Sánchez al New Age del `progresismo reformismo´, asesorado por una ex consultora de Ciudadanos. Bonhomía centrista en busca de un sillón mullido, sin voluntad alguna, parafraseando a Suárez, de elevar a la categoría de normal el derecho a decidir.
La
Segunda Transición de momento se queda en caricatura de la primera.
En relevo generacional edulcorado; con Sánchez gustándose en el
papel estelar. Su asesora, Verónica Fumanal, en el papel de Carmen
Díez de Rivera. Rajoy antiguo como Fernández-Miranda; Rivera
soñando con Cebreros, e Iglesias cual secretario de organización de UCD, entre
divisiones. Tramas pendientes de un Puigdemont centrípeto, si llega.
Si Rajoy se echa a un lado, tendría el acomodo de haber vencido el
20-D y la tamborrada del servicio al Estado, pero sobre todo,
complicaría la vida a Sánchez.
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