Rajoy tiene razón en algo clave respecto a un relato acusado en la izquierda, y así lo expuso en el debate de investidura fallida de septiembre de 2016. 'La gente' son las gentes; plurales, heterogéneas, también muchísimas de derechas. Podemos lo vino a entender en su primera etapa histórica en solitario tirando de su novedad, sin alcanzar sin embargo el sorpasso al PSOE (diciembre de 2015). Para intentar materializarlo al segundo intento, Podemos pactó con Izquierda Unida, y cambió de marco en el eje izquierda derecha, sin éxito tampoco a la hora de adelantar a los socialistas, lo que hubiera supuesto un hito clave. No fue así, y el tablero tradicional resistió para satisfacción de los poderes económicos y del conjunto seguramente de los poderes fácticos. Con sorpasso, por ejemplo, el discurso de Felipe VI el 3 de octubre del año pasado difícilmente hubiese alcanzado ese cariz, para evitar la reprobación del jefe de la oposición, que sería Iglesias. Ahora, en cambio, cuarta formación en expectativa de voto según las encuestas, si Unidos Podemos olvida que la gente es de izquierdas, de centro y de derechas, y no se esfuerza en entenderlo, no crecerá en la clase media. Quedará como una segunda parte de Izquierda Unida refundada. Pero si se metaboliza en un tacticismo contradictorio, puede que pierda aún más fuerza. Una encrucijada, vaya. Es la dicotomía en la que se mueve Ciudadanos, con amplias dosis de oportunismo, obligada a pescar en al menos dos caladeros para consolidar unas expectativas que parecen propulsar a la formación naranja. Veremos en qué medida el partido de Rivera responde en las elecciones municipales y autonómicas, y si a partir de ahí, un eventual relevo de cartel del PP para las Generales no cortocircuita parte de las esperanzas de Cs.
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“Ocho millones de personas votan a Rajoy. Debemos intentar entender por qué lo hacen".
Juan López Uralde, coportavoz de Equo y diputado de Unidos Podemos, en la revista La Marea (diciembre 2016)
